martes, abril 11, 2006

Más turbado que nunca

Mi vecina de al lado grita como una loca desaforada.
Ya son varias noches que la escucho y por lo visto revolviendo en la blogósfera no soy el único al que le pasa.
La primera vez fantaché que se estaba tocando y pensé en llamar a su timbre para echarle una mano, pero era imposible que tanto grito pelado fuese obtenido en solitario y al final lo escuché acabar al afortunado, por si me quedaba alguna duda.
Anita, que así se llama la vecina, es una auténtica perrita en celo argentina. Cara de viciosa, labios de chupapollas y un culo reef que se me van los ojos en el ascensor.
Hasta ahora no me animé a decirle nada, no encuentro el comentario justo ("que nochecita", "me encanta escucharte cantar a la noche", "te oí gritar y me preocupé, pensé que te estaban robando" -se escuchan sugerencias-).
Por lo pronto, cuando viene mi polola a dormir a casa me esmero por hacerla gritar lo más que puedo y así competir con el departamento contiguo.
Además, descubrí que poniendo una copita en la pared, como en las películas, se escucha casi todo. Me vengo agarrando unas calenturas tremendas. Anoche, sin ir más lejos, apoyé la oreja y le dediqué una flor de paja.
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